domingo, 18 de agosto de 2013

LA AFICIÓN CRÓNICA A LA BÚSQUEDA DEL ORÍGEN. Parte 1


LA AFICIÓN CRÓNICA A LA BÚSQUEDA DEL ORÍGEN. Parte 1

En un principio tal vez solo habían piedras en mis manos, algunas con extrañas formas, otras con llamativos colores, pero sabía que habían piedras “llave”, o al menos la evidencia directa de una historia que trascendía (muchas veces con creces), el ejercicio de la imaginación. No una imaginación abstracta, fruto de una fantasía sin asidero real, pues no, sabía que era precisamente todo lo contrario, por más que en un principio mis conocimientos eran muy precarios.

Durante muchos años recorrí innumerables lugares del Uruguay colectando piedras muy sugerentes; hacia los primeros años y por lo general en solitario, tenía colectada ya una cantidad significativa de piedras que ahora ya revestían patrones, formas muy extrañas pero similares, aún siendo estas halladas a cientos de kilómetros de distancia. Tenía la convicción de que se trataba de fósiles. Ingenuo sobre la materia, pensaba que al menos en este país no existiría disciplina tal que estudiase esas formas a veces grotescas, a veces hermosas; pero continuaba encontrando patrones. Dudaba que fuesen dinosaurios ya que eso si me lo hacía impensable en estas latitudes (idea que años después hube de echar por borda), pero al menos en algún remoto periodo de nuestra prehistoria todo me indicaba la existencia de criaturas asombrosas. 

No tardé mucho en hacerme de bibliografía sobre la temática, confirmando aún más la existencia en lo que hoy es territorio uruguayo de magníficas especies ya extintas. Transcurrieron muchos años mas de solitaria búsqueda hasta finalmente dar cuenta de que efectivamente en Uruguay se sembraba y cosechaba la ciencia madre que daba respuesta a “mis piedras”, la paleontología. Al menos sabía que lo que hacía ya no era solo deambular en búsqueda de rocas con formas óseas, estaba participando en la reconstrucción de nuestra historia natural, una suerte de sana cacería a decir de el gran paleontólogo George Gaylord Simpson: " [...] El cazador de fósiles no mata, resucita. Y el resultado de este deporte se añade a la suma de los placeres humanos y a los tesoros del conocimiento de la humanidad. El historiador de la vida no sólo adquiere el conocimiento mediante los fósiles, sino que también toma en consideración una inmensa cantidad de hechos pertinentes de otros campos de las ciencias de la Tierra y de las ciencias de la vida: entrelaza ambas disciplinas en una interpretación global sobre qué es el mundo de la vida y cómo ha llegado a ser así. Por último, está destinado a reflexionar aún más profundamente y a enfrentarse con los enigmas del significado y la naturaleza de la vida y del hombre, así como también con los problemas de la conducta y los valores humanos. La historia de la vida está inmersa directamente en todos estos enigmas y problemas y la comprensión de su propia importancia exige más investigación en esta materia: la Paleontología".

Tras un punto en que no pude más que recurrir al encuentro de los verdaderos artífices de esta ciencia, comencé a tomar real conciencia de lo que tenía frente a mí: una historia que apenas comenzaba con la búsqueda y hallazgo de vestigios fósiles, su transcurso era sin dudas el elemento más enriquecedor: reconstruir “mundos perdidos”, y aquí el goce personal mas grande, compartirlo con cuanta persona pudiera!

 De ahí en más mi afición se convirtió en pasión, y como toda actividad pasional, me vi en un enriquecedor camino de creciente vinculación con profesionales y aficionados de esta ciencia que muchos años atrás consideraba un “extraño síndrome”. Muy gratificante fue mi aventura por el fascinante mundo de la historia natural, no solamente en los resultados tras tantas salidas de campo y expediciones, sino en el espectro humano (hallazgo mas valioso), habiendo cosechado amistades con las cuales hasta el día de hoy nos desvelamos compartiendo esta misma pasión.



No faltará tampoco oportunidad en que me sea dable compartir con Uds. la profunda ampliación que posteriormente aconteció (de forma natural y esperable) en mí, extendiendo mi curiosidad hacia ciencias como la arqueología, antropología, neurología entre otras  que, de una forma en la que aún me es casi imposible describir, se fueron amalgamando entre sí, y hasta con mi propia profesión de psicólogo, generando en mí una cosmovisión en la que ya me resulta insatisfactorio el abordaje de un fenómeno sin apelar a la transdisciplinariedad. El acto de comprender, parte de la premisa de que existe una fuerte interconexión causal entre todo conocimiento humano.


Algunos agradecimientos bien sentidos:

-Lic. Yennifer Hernández, por guiarme con extrema amabilidad por el universo de las ciencias naturales.
-Lic. Andrés Rinderknecht, mi primer maestro en paleontología.
-Lic. Nicol De León, por rezongarme.
-Dr. Daniel Perea, un referente y ejemplo de humildad y disposición.
-Prof. Vivian Cuns, por confiarme su apoyo en los momentos precisos.
-Sr. Daniel Gómez Minam, no solo compañero en esta pasión, sino amigo incondicional de aventuras.
-Sr. Jorge Gallas, ahora gran divulgador y encargado de la sección paleontología del museo del Colegio Pio, con quien supimos identificarnos en aquellos comienzos inciertos.
-A los atentos guías de los museos Armando Calcaterra y Bautista Rebuffo (Colonia Del Sacramento)
-Sra. Rosario Berretta Carballido, pasional guía del museo Casa de Artigas (Sauce).
-Sr. Daniel Veloso, gran periodista científico siempre dispuesto a divulgar nuestro acerbo patrimonial.
-Inv. David Franco, por el apoyo contínuo, su pujanza, pasión y comromiso en las investigaciones que hemos llevado conjuntamente con el Grupo Paleontológico De Exploración Regional (Santa Fé, Argentina).
-Lic. Andrés Irasuste por su incondicional estímulo e interés.
-A la revista Uruguay Natural, por ofrecernos desinteresadamente un espacio de divulgación.
...y a todos los que de alguna manera me estimularon en esta pasión.

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