jueves, 8 de agosto de 2013

NI TAN LEJOS NI TAN CERCA

Hacia el mes de diciembre de 2012 mi curiosidad, tras años de observación desde la costa, me llevó a cruzar hacia la Isla de las Gaviotas frente a playa Malvín. Mi interés fundamental, ademas de saciar mi curiosidad, era observar con mis propios ojos las peculiaridades históricas de esta pequeña isla rocosa declarada reserva de fauna y flora marina desde 1990.
A 400mts de la costa, difícil resulta imaginar cualquier vestigio de los primeros pasos del hombre en ese lugar, pero hasta la misma disposición de sus palmeras atestigua una historia no muy conocida por todo aquel que tal vez diariamente la observa a la distancia desde la rambla. Éstos primeros árboles fueron plantados en el año 1893 formando una cruz que indica los cuatro puntos cardinales. Esta información se obtuvo hacia 1990 gracias al descubrimiento de un grabado en una roca realizado por quien hubo de sembrar esos árboles, Don Sebastián Massaferro; recuerdo que al observar la roca grabada, mi imaginación me remontó a aquellas formidables historias de pioneros en lo que refiere a riquísimo acerbo histórico de todo nuestro sistema de islas.
Como edificación cuenta con un pequeño muelle construído en 1940 y la base de cemento sólido de lo que intentó ser un aerocarril hacia 1963, comunicando la rambla con la isla en cuestión. Aquél proyecto no tuvo andamiaje y se demolieron las torres.
Mas allá de todo lo anterior, el verdadero tesoro de esta isla no es ni mas ni menos que su riqueza natural. Por mis propias observaciones in situ, no pude dejar de deleitarme ante la inmensa variedad de epecies de aves asi como la flora (vastísima también), en un lugar tan pequeño. Con un centro fértil limitado pero rico, el sistema de rocas que conforma el resto es un espectáculo para la vista, en donde pequeños manantiales de agua dulce se mezclan con los variopintos cantares de las aves. Como era de esperar, también me encontré con acumulaciones de basura provenientes en su mayoría del continuo desfile de barcos en nuestras costas, lógicamente peligrosos para sus principales habitantes, las gaviotas.
Si bien hoy en día varias ONG se encargan de su limpieza y protección, el antecedente que puso en marcha todo, resta en el trabajo de tres años realizado por el Señor Omar Medina Soca, Jefe de Máquinas de Marina Mercante, hombre de todos los mares y con profundo respeto hacia los entornos naturales. Hacia principio de los '90, con la colaboración de profesionales de diversas áreas, logró finalmente que esta isla se declarara reserva protegida.
De su trabajo investigativo encontramos un ecosistema conformado por veintisiete especies de aves de tierra y marinas, desde palomas de la Antártida hasta aves de Venezuela, cincuenta especies de plantas indígenas y exóticas, y una gran variedad de peces, crustáceos y moluscos.
Cuando Don Medina llegó por primera vez a la isla con su intención de recuperarla, se había encontrado con un metro de profundidad de basura, que triztemente conformaba el suelo de la isla, por tanto, su obra debemos considerarla como titánica.
Actualmente, mantengo la ilusión de que esta hermosa reserva de todos no termine sometida a la erosión de intereses turísticos como muchas veces se ha planteado.







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