sábado, 25 de junio de 2016

Reflexiones sobre San Nicolás de Bari y la "Conquista del Norte"

Un misterio en resolución.
Faldas del Cerro Largo, finales del SXVIII.
Una defensa en ruinas, con el potencial de redefinir la historia.
Marzo 2016, una particular sociedad de investigadores abraza el desafío.

Reflexiones sobre San Nicolás de Bari y la "Conquista del Norte"


Ha sido costumbre ampliamente repetida, -haciéndose esta casi un hábito- de los ensayistas históricos, el tomar al Río de la Plata y sus ciudades-puerto como el casi exclusivo centro de expansividad hacia el posterior estudio de los más altos logros patrios en aquellos lugares “de allá lejos y hace tanto”. Fue una comprensible necesidad práctica para explicar los aconteceres de aquellos terruños más lejanos de nuestra Orientalidad, casi como en un tick, se apeló -en muchos casos de forma sistemática-, a centralizar las investigaciones en Montevideo y Buenos Aires, para luego partir y atar cabos con los otros lejanos puntos cardinales. Esto es empero muy loable y sin lugar a dudas por demás lógico, dado que las bases logísticas y estratégicas se daban por lo general en el conflictivo sur, en sus márgenes del Río de la Plata; Sin embargo, estas empresas llevadas a cabo por investigadores e historiadores de todas partes, llegaban si se quiere “tarde” a pormenorizar en los puntos más alejados, dejando muchas veces al azar las conexiones y al porvenir las explicaciones.

Durante tres jornadas en el mes de marzo de 2016, partiendo desde el fortuito hallazgo documentación "dormida" por mas de doscientos años, el estudio de esta y la prospección in-situ de nuevos sitios arqueológicos no conocidos hasta el presente, investigadores provenientes de cinco departamentos del Uruguay, decidimos hacernos de ese porvenir a la deriva, tomando el legado de brillantes pioneros en el arte de hurgar nuestra historia desde los mismos lugares pasibles a brindar más conocimientos, pero planteamos un punto de partida si se quiere opuesto, partimos aquí desde el norte, para arribar a esos cabos sueltos que desde el sur se han dejado, en esta ocasión, a sotavento.


Tras las primeras conclusiones hipotéticas de rigor investigativo sobre estos "nuevos" documentos, dimos plena cuenta del valor de las primeras familias que poblaron el norte de nuestro territorio, haciendo frente a la incertidumbre, a un constante vaivén bélico, a las arremetidas desesperadas de nuestros nativos, así como también a los temibles “bandeirantes”. Estas familias pioneras, en una tierra de nadie y hasta “inconveniente”, cimentaron nuestra independencia y consolidaron nuestra nación, es cierto tal vez que no tenían la pompa de aquellas familias centralistas del sur, pero tuvieron el coraje suficiente para hacer fértiles las rocas, limitar al invasor en un grito desesperado de “esta es mi tierra”, en donde las circunstancias las convirtieron en una defensa más. Consideramos pues a estos pioneros pobladores del norte como un todo, una fortaleza inexpugnable ante el avance portugués, pues, las certezas derivados de esta investigación -aún en curso-, indicarían que el destino hizo devenir chacras en guardias -y el valor cardinal de éstas-, y estancias en fuertes, ese destino tenaz, tozudo, tal vez personificado y sin lugar a dudas abanderado de nuestra libertad. 

A la luz de estos nuevos hallazgos ocurridos desde finales del 2015 hasta marzo del 2016, dejamos planteadas algunas preguntas que como aquellos cabos de los que nos hicimos en una primera instancia, pueden o no quedar sueltos a ulteriores investigaciones, pero nos es de altísimo rigor, el dar a conocer esta nueva serie de hipótesis, que sin lugar a dudas sumarán una “estrofa” más a la arrítmica melodía de nuestra historia, acercando las fronteras sur y norte, descubriendo a esta última de la niebla que la memoria histórica nos presentó durante décadas de textos de estudio como tan lejana que casi no es nuestra. La sorpresa tomó repentinamente el protagonismo demostrando que supimos pisar firme frente al opresor, donde siempre creímos no estar.


No es algo para nada infrecuente al revisar nuestra historia el dar plena cuenta de que ésta está marcada a sangre y fuego por conflictos y disputas territoriales desde la noche más lejana de sus tiempos, sea ya entre tribus nativas o tras la occidentalización de las Américas, en donde los intereses de los distintos y variados imperios mostraron su faceta más cruenta. Desde aquella “tierra de ningún provecho” tal como la veían los primeros adelantados españoles, hasta el gran provecho que casi mágicamente se descubrió una vez el explorador criollo Hernandarias arreara miles de cabezas de ganado por todo el territorio: Cuero, la vaquería cimarrona fue durante un muy largo periodo el oro Oriental que colmaba las bodegas de los buques europeos. Previamente a esta veta germinal del capitalismo más temprano, la boca de entrada a las Indias Occidentales fue, claro está, el Río de la Plata y no en vano toda Europa puso sus ojos en nuestros puertos naturales, dando origen de esta manera a los primeros poblamientos estratégicos, devenidos por lógica en fuertes, ya que quien dominase la entrada-salida al corazón de las Indias, todo lo dominaba. Desde el emplazamiento indígena guaraní en Paysandú, las fortificaciones de Soriano, El “bloque” coloniense, la apresurada Montevideo, siguiendo por el “infierno de los navegantes” en las baterías de Maldonado, y los fuertes de Rocha; claro estaba que un territorio tan defendido tenía su valor. La pregunta que surgió haciendo un ejercicio imaginativo de retrospección a ese cordón defensivo desde el litoral hacia el atlántico sin dudas fue: ¿El norte, estaba completamente indefenso?, ¿Era una cuestión únicamente de costas?

Al remitir a nuestras defensas a lo largo de la historia, por lo general rememoramos las imponentes murallas de la Colonia del Sacramento, las fortalezas de Sta. Teresa y San Miguel y alguna batería artillada como lo son las de Isla Gorriti en Maldonado. Y todas enfrentando la costa. Empero supimos defendernos de maneras un tanto más inverosímiles si se quiere, y en lugares en donde no mucho empeño ponían las coronas en atender. Este sistema defensivo de fuertes y baterías estaba unido a una gran cantidad de “guardias” de campo que a veces, ni siquiera llegaban a ser cuarteles, pero operaban de la misma manera y ante enemigos que el mismo rostro tenían tanto desde la costa como desde la tierra más profunda. Y su ubicación tampoco estaba dejada al azar. Muchas veces, recorriendo el interior profundo como algunos prefieren llamar a los territorios más alejados de Montevideo y costas, observamos ruinosos emplazamientos que rápidamente agregamos a la categoría de “tapera”, considerándolo un viejo casco de estancia estropeado por el tiempo, de estos efectivamente tenemos cientos que no son más que eso, hasta que el súbito cruce de la documentación adecuada nos llevó a indagar algo más, y una vez en campo, esas otrora “taperas”, se fueron perfilando como algo sensiblemente diferente a una gran edificación, ciertos detalles arquitectónicos, su emplazamiento territorial estratégico y la disposición de sus “ruinas”, nos invitaron a investigar su identidad. En muchos casos, tras largas investigaciones no encontramos sino una “falsa alarma”, tratándose a fin de cuentas de una estancia algo defendida ya sea de nativos, vaquería, entre otros quehaceres “matreros”, pero en muy pocos casos se tiene la suerte -como la tuvimos- de dar con un lugar que, de posicionarlo en su auge, razones tenía para erguirse en murallas y no precisamente de bandoleros sueltos. Esta es la investigación de una de ellas, situada de forma casi inaccesible en la falda del Cerro Largo.



Para mejor comprensión debemos situarnos unos siglos atrás, en una tierra olvidada pero susceptible de repentinos arrebatos territoriales. Nos situaremos entonces en el actual Cerro Largo hacia finales del SXVIII y tres potencias: El brioso imperio de Portugal, La decadente Corona Española y el incipiente pueblo Oriental, que derivaría en una República, no mucho tiempo mas adelante.
La disputa por el territorio Oriental entre Portugal y España remite prácticamente a los inicios de la conquista alrededor del SXVI y desde todos los flancos. La misma fundación de Montevideo responde a un acto de respuesta rápida ante el avance portugués en el sur desde su ya emplazado fuerte de Colonia del Sacramento, venían a por el puerto natural de Montevideo, estratégicamente perfecto, y parte una expedición española encabezada por bruno Mauricio de Zabala para establecer en el mismo una precaria plaza. La situación en el norte del territorio, conocido en ese entonces como las Misiones Orientales, de gran presencia Jesuítica y Guaraní, tomaba cada vez más el caris de lo que en el sur se venía sucediendo, una permanente conquista sobre lo otrora conquistado.
Nos posicionamos entonces en un territorio con una franja costera de E a O fuertemente defendida y disputada, ruta de tránsito de los principales valores de exportación a Europa -el oro y plata del Alto Perú no tenía manera de llegar a Europa evitando el Río de la Plata-, sin embargo, el norte permanecía como un lugar altamente inconcluso, percibido como predominantemente hostil por su vasta presencia nativa y criminal -bandeirantes-, por lo cual no era el destino más deseado a poblar por las familias que llegaban al nuevo mundo. Sumándose a esto, su topografía grandemente desconocida generaba en las poblaciones del sur una suerte de desinterés un tanto incómodo de tratar.
El caso es que tarde o temprano debía ser tratado política y militarmente ya que el descuido en la “retaguardia” oriental podría poner a las colonias españolas en zozobra. La tormenta portuguesa, si bien mantenía al territorio bastante ocupado en los fuertes costeros, avanzaba lenta pero segura en un territorio tal vez, muy conscientemente relegado por parte de los Virreyes españoles que velaban más por el seguro tránsito del oro y plata desde el Río de la Plata hacia esa Europa ya en una crisis crónica que no hacía más que acaudalar noblezas corruptas y solventar sus propias guerras, tales como las conocidas “Guerra europea de los treinta años”, la Ignominiosa “Guerra de los ochenta años en Flandes” y las posteriores Guerras peninsulares bajo las garras Napoleónicas, planteando un panorama de un liso y llano saqueo a las Américas por “gastos infames” al otro lado del Atlántico. Claro es entonces que los delegados de las coronas -principalmente española- en estas tierras, velaban por nada, excepto formalismos diplomáticos para “legitimar” el contrabando y el corso, que respondía básicamente al compulsivo transporte de esos preciados minerales, la costa era el enclave, la tierra adentro, se pensaría después y tal vez tarde. Pero ¿Qué era entonces de esas tierras a las que la corona de momento les daba la espalda por razones netamente económicas?, ¿Quiénes las poblarían?, ¿Qué papel jugaban -a solas-?

La Sociedad de Amigos de la Tradición del Uruguay (SATU), con el apoyo de la Intendencia Municipal de Cerro Largo, del Museo de Historia Natural y Antropología de Cerro Largo y del Museo Sin Fronteras (Rivera), emprendió tras una exhaustiva investigación de nuevos documentos y un sistemático trabajo arqueológico in-situ de emplazamientos geográficos, una de las mas ambiciosas empresas investigativas en materia de historia nacional logrando una muy amplia repercusión de prensa. Los descubrimientos arqueológicos, cotejados con la nueva documentación hallada, marcaron fuertes hipótesis relacionadas con los primeros poblamientos criollos en el norte de nuestro territorio y su defensa, tomando preponderancia la "mítica" guardia de San Nicolás de Bari, redefiniendo procesos y personajes tales como Agustín de la Rosa. Si bien el capítulo aún no está cerrado, dada la contundencia de los hallazgos y las primeras hipótesis, la historia tal como la conocemos, podría repentinamente mostrar aristas de una significación tal, que no permitiría lugar a la duda sobre la realidad fáctica de que la historia de nuestra Patria aún puede sorprendernos de maneras insospechables.

Inv. Gonzalo Fierro Osores


Miembros investigadores SATU:
-Sr. Marcos Sosa Cantera (Cerro Largo).
-Sr. Renzo Loggio (Salto).
-Sr. Gonzalo Fierro Osores (Montevideo).
-Sr. Channick Hernández (Colonia).
-Sr. Christian Leal (Rocha).
-Sr. Federico Ricagni (Cerro Largo).



*La Sociedad de Amigos de la Tradición del Uruguay es una organización sin fines de lucro orientada a la investigación, defensa, divulgación y democratización del conocimiento histórico-patrimonial nacional.

*Prensa:


*Próximamente primer informe sobre mencionada investigación: 


*Video:




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